viernes, 23 de abril de 2010

Primera Plancha de un Q:. H:.

AL.∙.G.∙.D.∙.G.∙.A.∙.D.∙.U.∙.

S.∙.F.∙.U.∙.

Ori .∙. de Bogotá D.C., Marzo 02 de 2009 e.∙.v.∙.

RESP.∙. LOG.∙. GUIMEL ANTONIO NARIÑO N° 57

Ven.∙. Maest.∙.

G LG S.

QQ.∙. HH.∙. TT.∙.

Nombre de la plancha: La masonería antes de la masonería.

«Cuando los oídos del estudiante están listos para oír,

entonces vienen los labios a llenarlos con sabiduría.»

El Kybalion.

No acostumbro escribir en primera persona porque me parece pretensioso y anti-técnico, considero que quien así lo hace busca satisfacer el hambre de su ego y esa es una actitud no solamente reprochable, sino además inaceptable en el escenario donde se expone el presente documento.

No obstante, debo hacer uso de esa herramienta para recordar el momento en que Los Tres Iniciados me acercaron por primera vez a lo que hoy se ha convertido en el designio más importante para mí, que rige mis actos, a lo que debo lo que he alcanzado y lo que estoy seguro me permitirá más crecimiento y logros futuros.

El estudio de la filosofía hermética es apasionante y delicioso, especialmente porque no se conoce de él antes de su análisis, lo que resulta apenas obvio partiendo de la base que es precisamente “hermético”. Y es que normalmente el estudio y aprendizaje en los humanos requiere un conocimiento mínimo de lo que se estudia antes de empezar a estudiarlo, así suene contradictorio. Los animales que no tienen uso de razón basan su aprendizaje en el instinto, y se acercan a la llama sin saber lo que es, alejándose hasta cuando sienten el calor. Luego, aprenden a partir de lo desconocido. El ser humano es diferente, se interesa en aprender solo cuando tiene alguna información previa: un bachiller no estudia una carrera, un empleado no firma el contrato, nadie inicia ninguna actividad sin saber antes esta de qué se trata.

No fue fácil encontrar la excepción que confirmara esa regla, pero al terminar las 41 páginas de El Kybalión encontré por primera vez algo que me generó la certeza de quererlo conocer, de adentrarme en él, de obtener todo cuanto es posible, aún sin saber exactamente de qué se trataba.

La segunda vez fue el 15 de diciembre de 2008, el día en que me inicié como masón. Ese día se dieron situaciones que no cumplieron mis intenciones, que no solucionaron mis dudas, que no llenaron mis expectativas. Afortunadamente las aumentaron todas.

Ese día fue el inicio del camino que desconozco de antemano, ese día supe que nada es casualidad, que “como es arriba, es abajo”, y poder confirmar hoy y todos los días que el alcance de este conocimiento (acá abajo) hace parte de un designio del G:.A:.D:.U (arriba), como respuesta a una búsqueda y curiosidad (acá abajo), me da la tranquilidad que siente el caminante cuando, aún desconociendo el camino que recorre, está seguro de ir en la dirección correcta por un aviso de la carretera que antes de partir no sabía que estaba ahí. Para el viajero no es necesario el mapa en las manos, sino las señales del camino.

Sin entrar a discutir la definición de la masonería, y corriendo el riesgo de deber retractarme en el futuro, estoy convencido de ser masón incluso desde antes de mi iniciación, porque contaba ya con mis herramientas aunque no supiera usarlas, porque era recto en mi actuar aunque no supiera para qué, porque era libre en mi pensamiento aunque no supiera por qué.

El hecho de ingresar a la institución sin conocerla, y que ella me acoja en sus brazos sin conocerme implica un riesgo importante. Legalmente hablando, se dice que una obligación existe a partir del consentimiento que al respecto manifieste una persona, siempre que este no sea viciado por error, fuerza o dolo. En lo referente al error, el Código Civil Colombiano señala:

“El error de hecho vicia asimismo el consentimiento cuando la sustancia o calidad esencial del objeto sobre que versa el acto o contrato, es diversa de lo que se cree; como si por alguna de las partes se supone que el objeto es una barra de plata, y realmente es una masa de algún otro metal semejante”[1]

Desde ese punto de vista, y teniendo en cuenta que al ingresar a la masonería no se conoce nada sobre ella, se presenta permanentemente un vicio a partir del acto de la iniciación. Todos los masones recordamos ejemplos de personas que ingresaron tomando a esta augusta institución como una barra de plomo, sorprendiéndose al darse cuenta que es una barra de oro y terminando así unilateralmente su participación con la masonería.

Continuando con los paralelos jurídicos, un contrato es solemne cuando “está sujeto a la observancia de ciertas formalidades especiales, de manera que sin ellas no produce ningún efecto civil” (como la compraventa de inmuebles, que requiere escritura pública), su opuesto es el contrato consensual que “se perfecciona por el solo consentimiento”[2] (como el transporte de personas).

Así, haciendo el paralelo del caso con base en lo anteriormente expuesto, al existir un momento de iniciación que está sujeto a una serie de rituales (antiguos y aceptados), algunos encasillarían inmediatamente a la masonería como un acto formal.

Sin embargo, no puede haber un punto de partida sin uno de llegada, no hay inicio sin fin, no hay blanco sin negro y después de haber visto con mis propios ojos que “como es arriba, es abajo” y que la libertad de pensamiento y actuar no puede ser limitada por barreras de espacio-tiempo, entonces me niego a creer en el carácter exclusivamente formal de la masonería y por ello me declaro seguidor de la consensualidad al interior de la institución. De qué sirve iniciarse si no es para actuar de acuerdo a los principios generales? No es masón quien se inicia sino quien actúa en concordancia con la libertad a la que tiene derecho y le genera deberes. Por eso es que yo no lo fui desde el 15 de diciembre del 2008, en realidad no se desde cuando lo he sido.

La definición de la masonería, la respuesta a la pregunta de “qué es ser masón?” tiene tantas respuestas como masones han existido. No obstante, casi todas incluyen elementos comunes, dentro de los que se incluye, con otras palabras, que masón es quien construye el templo simbólico de la ciencia y la virtud en su existencia, quien trabaja por perfeccionarse y evolucionar[3]. Esta definición es cierta, efectivamente eso es –entre otros- lo que significa ser masón, y sobre ello hay un consenso general.

Pero, si eso es así: para qué me inicié?, qué diferencia hay entre haberlo hecho o no, si desde antes de ese momento un recuento de mis actuaciones denotaban una clara expresión de libertad, una búsqueda permanente por el crecimiento y un alto nivel de adopción de preceptos morales?

Lo mejor de esa pregunta es que no tengo la respuesta, y no la quiero tener!. No busco hallar por mis propios la solución a esa respuesta, es más, tengo toda la intención de tomarme el resto de vida que me queda hallándola.

En medio de la ignorancia que aún me invade –afortunadamente- sé que si no lo hubiera hecho no estaría hoy ante ustedes leyendo este documento cuyo contenido borré tantas veces antes de imprimir, y tengo la certeza basada en la confianza, que de ustedes, mis QQ.∙.HH.∙., obtendré aportes importantes que me ayudarán en la construcción de mi templo interior. Tengo la confianza que de ustedes recibiré en la misma inmensa medida en que les daré, sé que ustedes se preocuparán no por solucionar mis inquietudes sino por generar muchas más, porque ustedes, mis QQ:.HH:., son la señal en mi carretera.

Estas son mis palabras.

Fraternalmente vuestro,

Q.∙. H.∙.

D D L

Aprend.∙. Mas.∙.



[1] CÓDIGO CIVIL COLOMBIANO, Artículo 1511.

[2] Ibídem, Artículo 1500.

[3] PREGUNTAS Y REPUESTAS SOBRE LA MASONERIA, Aliosha Martínez Oruña. R:.L:.Solano Ramos. G:.L:.de Cuba

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